Quizas haya llegado el “momentum” de revisar la programación base, de cambiar la forma de ver las cosas, de rajar la telaraña invisible que envuelve cada pensamiento limitando posibilidades, y escapar de esa pegagosa trampa de seda.
Quizás haya adquirido el momentum suficiente para salir a gatas de la caverna del subconsciente y alzar la mirada al sol aunque seguramente queme. Desconozco si tengo el impulso suficiente para hacerlo, pero intentarlo generará movimiento, y el movimiento es momentum.
En cualquier caso es una necesidad ya vital en mí, auque sea una determinación de apenas 24 horas de vida, tengo que hacerlo. He reconocido que tengo que librarme de los patrones invisbles que rigen los destinos de una mente maleable como la mía. Tengo que educarme en el hábito de poder elegir entre quedarme dormido en la blanca tela en la que sucumben los insectos, o bien, adentrarme en un nuevo camino lleno de piedras , repleto de flores, de brillantes aromas, de deliciosos colores y de pinchazos en el corazón.
¿Por qué quería hacer esto? No sé si es lo que quiero, o es que lo necesito.
Mi vida fluye como un riachuelo y se va acercando al mar, como la de todos.
Por mi parte encuentro ya insatisfactorio que una vida se rija por las decisiones del subconsciente, y que una ruta ya trazada no me permita elegir el camino que visto desde fuera tiene los colores más vivos.
Dejarse llevar por el subconsciente sería un desprecio hacia una cualidad del ser humano que le situa en una atalaya muy por encima del resto de los animales, y es la consciencia que nos hace poder elegir.
Creo que también es porque tengo nostalgia de un yo que ya no existe… pero que sé que sigue ahí.